De la actividad al descanso, el tiempo libre es el caso, me envaso en un melancólico vaso con lo cuál desplazo el colapso de un lapso. Si en el vaso hay ron, pisco, cerveza o un abso-lut, los víveres hacia arriba y que se sienta el “salud”. Si los grados gozan de virtud, tengo riesgo con la altitud, hablaría con lentitud y no me sorprendería que pierda vergüenza mi actitud.
La noche es joven, bella y la botella desfigura la vista, te doy una pista, puedes terminar con la más gorda de ellas, si te despistas te estrellas y es normal que veas estrellas porque los postes si te atropellan, corres la mira y todo se mueve, te muestran cinco dedos y dices “son nueve”.
Tengo temblor interno, y todos los compis aceptamos querernos y si estoy con compañía se asomaría mi otro yo tierno, comienzo a no vernos y visualizo mi vaso vacío, en un momento se llenó, me embriagó y a los demás sólo les sonrío. Me embarqué en este navío de brebajes, lo hago por diversión, por compartir o por coraje, sólo sé que después me gané mi pasaje al inodoro y cómo si fuese de oro, no lo solté hasta que desembarqué todo.
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